Fueron más de 20 millones de metros cúbicos de roca los que formaron un dique descomunal, causando que el agua represada se convierta en dos lagunas, que luego se unieron para formar una gigantesca, en el sector de la Josefina.
Las aguas desfogaron abruptamente el 1 de mayo de 1993, con tal fuerza que destruyeron terrenos, cultivos, casas, puentes, iglesias y la única vía de acceso que servía para enlazar a los pueblos de la zona oriental del Azuay y parte de Morona Santiago con el resto del país.
Inicialmente se tuvo conocimiento de cuatro familias que quedaron atrapadas bajo el deslizamiento, según moradores del sector. El peligro del masivo desprendimiento de piedras y rocas, fue advertido a las 19:00 por un técnico de INECEL.
Se conoció que el primer derrumbe ocurrió a las 20:30, y el segundo que fue mucho más grave, se suscitó a las 21:30, cubriendo el sector de la vía y el taponamiento del río Paute.
El centro urbano gualaceño fue afectado con la incomunicación vial y muchos de sus habitantes vieron destruidas sus viviendas.
Miembros del Cuerpo de Bomberos, del Ejército y Defensa Civil trabajaron en la zona del desastre para rescatar con cabos, neumáticos inflados y ramas de las orillas a las personas que luchaban desesperadamente contra la muerte. Una campesina relató que vio en las aguas a su hermana Rosario León, al esposo de esta y a sus cinco hijos, la acción de los vecinos logró rescatar a la señora y tres de sus hijos.
La mañana siguiente se descubrió a un padre de familia, que permanecía asido a un árbol, mientras agarraba a su cuerpo a dos niños que al fin vencidos por el movimiento de las aguas, se desprendieron y se hundieron en el torrente.
Un total de 72 víctimas entre muertos y desaparecidos provocó el deslizamiento y los daños en las instalaciones industriales se cifraron en 150 millones de dólares.